Juan Balam: el miedo del hombre

Un niño jaguar lucha contra su deseo de ser hombre o volver a ser un felino, una historia narrada por la serpiente profeta och kaan, una deidad que vuela entre escenas.
Esta obra que retrata la lucha humana contra la naturaleza y lo desconocido se presentará de forma gratuita del 24 al 26 de octubre en el Teatro Indígena Campesino de Xocén, en Valladolid.
Por Paul Antoine Matos
Valladolid, Yucatán, 23 de octubre de 2025.-¿Desde cuándo los hombres le temen a la serpiente? ¿Cuándo los hombres comenzaron a cazar al jaguar? ¿Por qué los hombres temen al otro, al distinto, al diferente?
En el pensamiento maya, la culebra es un ser que forma parte de la naturaleza, un elemento tan importante como una avispa o un venado. Un ser de agua, que se mueve como un río, como la lluvia. El jaguar es una criatura de la noche y del día, un explorador, una deidad que ruge en el monte. Pero los hombres le temen a ambos: cazan jaguares y matan serpientes.
Juan Balam, la obra que se monta en el Teatro Indígena Campesino de Xocén, en Valladolid, y que será presentada de forma gratuita el 24, 25 y 26 de octubre a las 18 horas, retrata esa lucha humana contra la naturaleza, contra lo desconocido.
Juan Balam es un niño-jaguar que pierde a su madre jaguar adoptado por una madre humana, Zazil (Maricela Canul Nahuat), conocedora de la muerte de su hijo, y sabedora que una vida es una vida. Lo cría como un niño humano, que va a la escuela, que convive con su pueblo, atraído por las frescas aguas de las lagunas y asustadizo, feroz.
La och kaan (Jocelyn Citul May y Norma Citul May) es nuestra guía a través de los recovecos del pueblo en el que se desarrolla. Una profeta, que prefiere ser conocida por historiadora y cronista, que advierte que la historia es cíclica, un uróboros que se repite. Se desliza en el tiempo para narrar y a la vez intervenir en la historia, una deidad que vuela entre escenas.
La serpiente de los mil pies se mueve alrededor del escenario que, en Xocén, es una selva, rodeada por un anfiteatro pétreo. Nos lleva por los recovecos del pueblo de Juan Balam. El escenario se transforma con la imaginación: la casa del niño, su escuela, un circo, el monte.
El Teatro Campesino Indígena de Xocén es un espacio al aire libre, donde se respiran los aromas de los árboles y se escuchan los sonidos de la selva, las aves, los grillos, la noche que desciende sobre la península de Yucatán, noche en la que los tigres se asoman para cazar.
Los hombres temen de Juan Balam (Luis Ángel May Cauich y Fernando Couoh Canul), temen su rugido, temen sus garras. Se come a las aves de corral, dicen, se comerán a nuestros niños, advierten. Juan rechaza lo que ignora que es: un jaguar. El rey de América, felino que camina los desiertos de Arizona, la Selva Maya, por Centroamérica, que cruza el istmo hacia el Darién y más allá, la Amazonía –Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Brasil–, hasta la región andina, Bolivia, Chile y Argentina. Onca, yaguareté, otorongo, tigre, balam.
Juan Darién, así se llama el cuento de Horacio Quiroga en la que se inspira Juan Balam, a su vez adaptación de la obra Salvajada del argentino Mauricio Kartún. Para el director artístico de Juan Balam, Bryant Caballero, tanto el cuento de Quiroga como la obra sudamericana resuenan en la península de Yucatán con sus elementos similares. Y, aunque en la región no hay pitones, la especie de serpiente que aparece en Salvajada, sí tenemos una variedad de culebras como las boas, que son temidas en la modernidad por el peligro que representan.
Caballero se motivó a desarrollar la obra adaptada a Yucatán por ser “muy entrañable y muy cercana”.
–Si bien hablaba del tapón del Darién o del Amazonas, tiene una vocación americanista, del felino en América, como un animal emblemático que recuerda lo salvaje, la selva, la naturaleza, el poder de la naturaleza, el respeto que se lo dé. De ahí que decidamos nombrar Juan Balam, como el animal de la selva, y mantener esta figura del tigre, pero al mismo tiempo desdoblarlo entre todos los tigres o jaguares.
Por otro lado, la boa, o pitón en la obra original:
–Este es un ser muy presente en la selva, pero tiene una dosis que genera miedo, que causa temor, que inspira un poco de horror, a veces cuando aparece. Algo que lo humanos que hacemos con este miedo en la naturaleza es aniquilarlo, poca gente rescata una boa. Esta lógica humana de no vincularse, sino aniquilar a la naturaleza, es en la och kaan donde más latencia tiene.
En el Teatro Campesino Indígena de Xocén participan vecinos de la comisaría vallisoletana y otras comunidades mayas. Para Jocelyn Citul May, una joven de Xocén, la och kaan transmite la fuerza, es la sabia, que se encarga de guiar a Juan Balam para llevarlo a aceptar que es un tigre.
–Cuando entiendes la carga que tiene el personaje te transportas, conoces más cosas, eres la sabia que va a hacer que se cree toda la historia.
Desde los cinco años que forma parte del Teatro Campesino y ella, a sus 18 años, creció con el conocimiento de sus abuelos sobre las historias de Xocén, y, como la och kaan, “es como si yo ya tuviera en mis pensamientos el cómo van a suceder las cosas”.
¿Volver a ser jaguar o ser hombre?, se pregunta Juan Balam, perseguido por sus rugidos.








